En la isla de Don Khon nos alojamos en un bungaló (10$) que pertenece al restaurante Nongsak. En esta isla, como en su hermana pequeña Don Det, lo que se estila son los bungalós en la orilla del río, pero estos son muy caros o están en condiciones lamentables, así que nos hemos quedado en este; limpio, amplio y bien situado.
La primera tarde en la isla la dedicamos a pasear un poco y nos encontramos con una vieja locomotora francesa. Resulta que en Don Khon se encuentra el único tramo de ferrocarril que los franceses construyeron en Laos durante la época colonial. Los pasos del río alrededor de la isla están formados por cascadas intransitables que forman una barrera natural para el tráfico fluvial. Así que los franceses, a finales del siglo XIX, construyeron la línea entre el norte de la isla de Don Det y el sur de la isla de Don Khon para agilizar el paso de mercancías que venían desde China. Este ferrocarril fue usado hasta la Segunda Guerra Mundial. El conflicto desbarató el sueño de ampliar este recorrido para unir Luang Prabang (en el norte de Laos) con Saigón (actual Ho Chi Minh City, en Vietnam). Hoy en día tan solo queda de todo aquello el puente entre las dos islas, la locomotora oxidada y el camino por el que iban las vías.
El segundo día alquilamos bicicletas y nos perdimos por caminos bacheados de tierra, vimos una serpiente, lagartijas, cascadas, playas, arrozales y un puente roto que nos obligó a dar la vuelta. Un día bastante completo de mucho pedalear y mucho sudar bajo el sol.
El tercer día contratamos un tour en kayak y salimos de Don Det remando. Nos bañamos en una playa a la hora del almuerzo. Vimos varias cascadas. Cruzamos la frontera con Camboya remando (a lo ilegal) y navegamos junto a los delfines Irawadi. Todo fue perfecto hasta que, regresando a la isla, una ola traidora nos hizo volcar y nos dimos un chapuzón en el Mekong. Uno de los guías tuvo que ayudarnos a subir al kayak y todo quedó en un pequeño susto que nos ayudó a quitarnos el polvo y el calor de encima.
Pero si hay algo fascinante en estas islas (y en todo Laos), son los niños. Aquí los menores corren descalzos. Nadan desnudos en el río sin supervisión. Ríen como si fueran niños del paraíso.
Y mañana nos vamos a Siem Reap, Camboya, a visitar los templos de Angkor.
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