Hoy hemos salido antes de las once y media, una auténtica hazaña para una pandilla de perezosos como nosotros. Al pasar por la Catedral Ortodoxa, que está muy cerca del apartamento, hemos visto que había autobuses estacionados a su alrededor y mucha gente entrando. Así que nos hemos acercado a ver que se cocía allí. El templo estaba lleno de gente, sobre todos niños. Muchos de ellos hacían cola para besar una cruz que un sacerdote tenía en la mano, pero aparte de eso no parecía que hubiera nada especial. Algunas personas daban vueltas por allí, otros rezaban de pie o sentados en bancos. Parece que hoy es Miércoles Santo en la Iglesia Ortodoxa (internet dixit).
Nos hemos tomado un café en la plaza del Mercado (Kauppatori), en la explanada que da al puerto, y hemos visitado el Mercado Viejo (Wanha Kauppahalli). Este mercado está en un edificio modernista (otro más) de 1889. Aquí hemos estado un buen rato paseando entre los puestos de flores, carnes, pescados, comidas preparadas y exquisiteces varias como salami de alce, paté de oso o caca de reno (si, en serio, se come).
Hemos seguido caminando, con calma, hacia el Este, pasando la estación de tren y luego hacia el Norte por Mannerheimintie. Pasamos por el Kiasma (Museo de Arte Contemporáneo), el Parlamento, el Finlandia Hall (Diseñado por Alvar Aalto, el famoso arquitecto fines) y la Ópera Nacional. En Hakasalmenpuisto, el parque que hay entre el Finlandia Hall y la Ópera, nos la jugamos un poco caminando sobre el hielo que cubre una laguna. Está un poco crujiente, así que no nos aventuramos mucho, pero las gaviotas pasean por la superficie con una tranquilidad absoluta.
Desde la Ópera se ve la torre del Estadio Olímpico (72 metros de altura) como si estuviera a tiro de piedra así que nos acercamos. Recuerdo que cuando vivíamos aquí (Hace diez años ya de esto, que no sé si lo he dicho ya) se podía acceder a las gradas libremente, pero ahora no es así. Tan solo el museo (de pago) está abierto. Así que nos asomamos a las pistas desde unas puertas de cristal y emprendemos camino al Parque Sibelius.
Jean Sibelius es el más célebre compositor fines. No demasiado conocido fuera del país, pero toda una leyenda aquí. Hasta el punto que se le ha dedicado un parque en la capital. Un parque con un conjunto de esculturas; un busto del artista y un montón de tuberías metálicas que forman una estructura ondulada y pretenden representar la esencia de su música. No sé si lo consiguen, pero al menos es algo diferente y bastante impresionante.
Desde el parque nos acercamos a un pequeño puerto deportivo por donde damos un breve paseo antes de coger una combinación de tranvías que nos devuelven al centro de la ciudad. Cenamos, tempranito, en el Pizza Rax, un buffet bastante barato al que solíamos acudir para saturar nuestros estómagos cuando éramos estudiantes y que forma parte de la lista de lugares que tenemos que visitar en este nostálgico viaje.
Y, con los estómagos más que satisfechos, a casa a descansar. O, en su defecto, a nuestro pub de cabecera, el Poseidon, al que ya os presenté el Lunes. El lugar ideal para comentar las impresiones del día conmigo mismo y mi cerveza mientras Mario y Lourdes concentran su atención en las pantallas de sus “i-artilugios”.
Nota: no sé si me he pasado poniendo fotos hoy, pero me ha salido así. ¿Qué os parece?
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