Tras la indisposición con la que terminamos hace un par de entradas (ver aquí), necesitábamos tomarnos un día y medio de descanso, con mucha piscina y mucho no hacer nada. Completamente repuestos y llenos de energía llegamos a la tarde del penúltimo día en Siem Reap. Alquilamos bicis (2$/24 horas) para ir a ver atardecer en Angkor Wat y pasar nuestro último día pedaleando.
El último día nos levantamos muy temprano para ir a ver amanecer en Angkor Wat (otra vez). Las bicicletas no tenían luces, y la carretera tampoco. Nos teníais que ver a Juliana y a mi circulando en la oscuridad. Yo iba detrás. Cada vez que pasaba un tuk-tuk o un autobús, señalaba nuestra posición moviendo el teléfono móvil frenéticamente a mi espalda. Increíblemente llegamos vivos hasta el templo. Atamos las bicicletas, pasamos por el puente y nos sentamos en le césped quemado a disfrutar del espectáculo mientras desayunábamos los bocadillos que habíamos comprado en el hotel (más barato que los bares de allí) y el alba comenzaba a iluminar las torres de Angkor Wat.
Cuando hubimos desayunado y recorrido algunos rincones del templo que no visitamos el primer día, regresamos a las bicicletas y estuvimos trepando y curioseando por unos cuantos templos más de la “ruta corta” (en rojo en el mapa).
Entramos en Angkor Thom (la ciudad amurallada) por el sur.
Allí visitamos el famosísimo templo de Bayon.
Salimos de Angkor Thom por la puerta Este…
La siguiente parada fue en el templo de Ta Keo, al que se puede trepar por una escalinata muy empinada. Es más fácil subir que bajar.
Y terminamos nuestra excursión en el famosisisisísimo Ta Prohm.
Salimos de Ta Prohm a las doce del mediodía, con el sol pegando duro y nuestras piernas ya cansadas de pedalear y trepar por piedras viejas. Así que nos llevó un buen rato recorrer los 12 kilómetros de regreso a Siem Reap, parando cada poco a refrescarnos y recuperar el aliento. La visión de la piscina del Yellow Hostel esperándonos con los brazos abiertos para curar todos nuestros males nos dio las fuerzas necesarias para llegar a Siem Reap.
Truco: todos los templos tienen muchos recovecos por los que es fácil separarse de las rutas centrales. Incluso en los más populares (Angkor Wat, Bayon y Ta Prohm) se pueden recorrer salas y secciones en las que apenas te cruzas con gente y donde puedes sacar fotos y sentarte a ver las ruinas con calma.
Nota: el truco anterior vale para los templos de Angkor y, en general, para casi cualquier lugar turístico del planeta.
Y mañana nos vamos a la isla de Koh Chang, en Tailandia.
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