A las cuatro y cuarto de la tarde llegaba el tren a la estación de Salamanca. Allí me encontré con mi viejo amigo Mario, que había venido a buscarme. Después de dejar la maleta en su casa (en Villamayor) volvimos a Salamanca a hacer una ruta turística bastante completa y exigente... parece que no, pero en esta ciudad hay unas cuestas bastante duras.
Aparte de las cosas típicas - Calle Zamora, Plaza Mayor, Casa de las Conchas, Catedral, Puente Romano, ... - visitamos rincones menos trillados como el claustro de la clerecía. Parece ser que si se entra directamente desde la clerecía hay que pagar entrada, así que nosotros entramos a través de la Universidad Pontificia. También subimos a la torre del Marqués de Villena. Cuando llevábamos medio tramo de escaleras se me ocurrió mirar para abajo y, dado que es una escalera de rejilla metálica y se ve el suelo, me dio un poco de vértigo. Aun así subí hasta arriba del todo con más miedo que vergüenza y pude disfrutar (aún con las piernas temblando) de unas bonitas vistas de la ciudad. Una vez abajo fueron necesarias un par de cañas y unos pinchos para que este cronista recuperara completamente la presencia de ánimo.
Fuimos a cenar unas pizzas a casa de un amiguete de Mario y a la camita temprano.
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