Hoy hemos ido de excursión al campo. Para llegar a las famosas cascadas de Erawan desde Kanchanaburi (¡Ole, ya lo puedo escribir sin tener que mirar la guía!) casi todo el mundo se apunta a tours turísticos de unos 1000 bahts (unos 30 euros) que además les llevan a otro montón de sitios. Pero nosotros hemos cogido el bus público de las ocho de la mañana (50 bahts, unos 1,50 euros) y hemos regresado en el mismo bus a las cuatro de la tarde, de modo que hemos pasado allí casi todo el día y hemos podido disfrutar plenamente de las cascadas y las piscinas naturales del parque.
Nada más bajar del autobús (y pagar la entrada de 200 bahts, unos 6 euros) hemos caminado, y mucho, hasta llegar a la séptima y última cascada (Phu Pha Erawan). El camino,sobre todo en la última parte, tiene una pendiente bastante considerable y hemos llegado allí empapados en sudor (y alucinando con la belleza del lugar). Nos hemos puesto el bañador y nos hemos lanzado al agua. Bajo la superficie nos esperaban decenas de pececillos que se dedican a morderte los pies para comerse la piel muerta. Las cosquillas han hecho sufrir a Juliana unos ataques de risa/pánico absolutamente delirantes.
Hemos pasado el resto del día bajando poco a poco y nadando en tres o cuatro de las siete zonas de baño. A medida que pasaban las horas (y que nos acercábamos a la salida) la cantidad de gente iba aumentando. La zona dos (Wang Matcha) estaba llena de turistas y nos la hemos saltado. La uno (Lai Khuen Rang) tiene un salto de agua más pequeño y allí solo estaban unos niños tailandeses que chapoteaban mientras las madres les vigilaban desde la orilla. Hemos estado jugando un rato con ellos hasta que hemos pensado que era hora de volver al autobús.
Os dejo con unas fotos del día (no os perdáis la auto-foto con el mono, igualitos somos…). Como siempre, podéis ver estas y muchas más en la galería enlazada en la sección “Enlaces” de la derecha de estas líneas.
El Parque Nacional de Erawan
El puente sobre el río Kwai
Hoy hemos llegado a Kanchanaburi. Esta población se estira junto a la orilla del río Kwai y en ella se encuentra uno de los puentes más famosos del mundo (gracias en gran medida a la gran película El puente sobre el río Kwai). Este puente se levantó como parte de la línea de ferrocarril que los japoneses construyeron durante la Segunda Guerra Mundial para abastecer al frente de Birmania. La ruta del ferrocarril se hizo en 16 meses usando mano de obra asiática semi-esclava y prisioneros de guerra, mayormente australianos e ingleses. Para acelerar la construcción los obreros trabajaban en turnos brutales y morían como chinches de disentería, cólera, malaria y malnutrición. Una vez terminada, la línea de tren sirvió durante menos de dos años, hasta que bombarderos estadounidenses destrozaron el puente. Este fue reconstruido tras la guerra y ahora es un imán para los turistas.
Como es lógico, hemos llegado hasta aquí en tren (desde Bangkok, 100 bahts, unos 3 euros):
Además del puente, en la ciudad hay varios cementerios de guerra con las tumbas de algunos de los que murieron en las obras, tres museos de la guerra (que no visitamos) y, por supuesto, templos budistas.
Sí, la última foto es de una barca arrastrando una casa flotante. Parece que así se hacen las mudanzas por aquí.
Y mañana, a las cascadas de Erawan.
Tres días en Bangkok
El primero, martes 27, llegamos al mediodía al aeropuerto y a eso de las tres al guesthouse. Para nosotros eran las siete de la mañana y apenas habíamos dormido en el vuelo desde Doha, así que estábamos reventados. Hacía mucho calor (unos treinta grados). Para no dormirnos y tratar de superar el jetlag cuanto antes, nos fuimos a arrastrar nuestros cansados cuerpos por un par de centros comerciales con aire acondicionado.
Por una calle cercana al hostal, cuando regresábamos, pasamos junto a un monje septuagenario que bendecía a un hombre que le había dado algo de comida. Al vernos el monje dejó de rezar para decirnos “hello”. Nos paramos brevemente y comenzó a hablarnos en inglés. Juliana le dijo que era colombiana y el monje replicó que Colombia tenía un gran equipo de futbol. “Algún día ganará el mundial. Esa es mi profecía para ti”, concluyó. Le dimos las gracias y seguimos caminando, sonriendo como tontos.
Me gustaría poder decir que dormimos como benditos, pero lo cierto es que las primeras noches nos despertamos a eso de las 3 o las 4 y nos costó volver a conciliar el sueño. Así que os podéis imaginar como se nos ha acumulado el cansancio estos días.
El miércoles 28 desayunamos en una cafetería junto al hostal, donde la camarera (una señora cuarentona) abrazó a Juliana al salir y visitamos los lugares más populares de Bangkok: el Palacio Real (que ya cuesta 500 bahts, unos 13 euros), donde se encuentra el Buda Esmeralda y varias colecciones de objetos de diferentes reyes tailandeses; y Wat Pho (100 bahts, menos de 3 euros), donde se pueden visitar unos cuantos templos realmente espectaculares. Wat Pho nos pareció mucho más bonito, además de que está menos masificado que el Palacio Real. Y eso nos llevó el día entero.
El jueves 29 nos acercamos hasta el complejo de construcciones reales de Dusit, al que se puede acceder con la entrada del Palacio Real. Aquí hay un palacio construido enteramente con madera de teca (y que solo se puede visitar con guía -incluida en el precio), es el edificio de teca más grande del mundo y solo se usó durante cuatro años, estuvo abandonado cerca de un siglo y en los años ochenta la reina se interesó por él y comenzó a restaurarlo para convertirlo en el museo que es hoy. También en el complejo hay unos cuantos palacetes menores con exposiciones de textiles, fotos del rey y artículos variados, y el Palacio Ananta Samakhom. Este palacio está hecho al estilo de la catedral de San Pablo de Londres. Resulta que cuando el rey Rama V visitó Europa a finales del siglo XIX se quedó obsesionado con hacer algo al estilo europeo. Y este palacio es el resultado de esa obsesión. Su interior alberga una colección que solo puedo describir como brutal de objetos de oro y plata y alas de escarabajo (sillas, barcos, gorros ceremoniales…), telares de seda como de 1.000 pulgadas, piezas de madera tallada de varios metros de altura… y eso sin mencionar los frescos de los techos. Lamentablemente no se pueden sacar fotos en el interior, así que no puedo mostraros ejemplos.
Después subimos hasta el Monte Dorado, desde donde se puede percibir estupendamente la capa de contaminación que cubre toda la ciudad.
Desde allí regresamos al hostal en una odisea que incluyó coger un barco-bus en la dirección equivocada, un taxi en un atasco brutal y un bus lleno de gente en el que terminamos de pasar el atasco sin que apareciera la que cobra los billetes. Un total de dos horas para recorrer unos cinco kilómetros.
Y mañana nos vamos a Kanchanaburi, lugar muy popular por ser el pueblo donde está el famoso puente sobre el río Kwai.
Buenas noches a todos desde el Bluefin Guesthouse.
Atardeceres colombianos
Para cerrar el viaje a Colombia creo que el mejor modo es con una recopilación de grandes atardeceres:
Próximo destino: Sudeste asiático. Pronto en el blog y en Facebook.
Carreteras colombianas (II)
Al comienzo del viaje publiqué una entrada llamada Carreteras Colombianas (I) donde quemé casi todos los cartuchos fotográficos interesantes o pintorescos. Aquí quiero mostraros algunas cosillas que quedaban pendientes y, de propina, os dejo con un vídeo que recopila algunas vistas interesantes.
Tres plazas de Bolívar de Colombia
Si hay algo que no falta en una ciudad colombiana es una plaza de Bolívar, y si hay algo que no falta en una plaza de Bolívar es una estatua dedicada a Simón Bolívar, el Libertador. Si alguien quiere saber algo más de su figura que busque en google. Yo tan solo quiero poner tres ejemplos de plazas de Bolívar de Colombia.
1- El clásico (Cartagena de Indias)
Una estatua convencional: el Libertador entra a caballo saludando con el sombrero. Elegante.
2- El desnudo (Pereira)
Obra de Rodrigo Arenas Betancourt. Es la única escultura que representa a Bolívar sin ropa. A lomos de un caballo que parece saltar de un barco, a mi me parece que este Bolívar tiene rasgos como de emperador romano.
3- El cóndor (Manizales)
También de Rodrigo Arenas Betancourt. Esta obra llama la atención por encontrarse en un pedestal de casi trece metros de altura y, sobre todo, porque solo representa medio cuerpo de Simón Bolívar; de cintura para arriba la escultura se convierte en un cóndor gigante.
El Recinto del Pensamiento, Manizales
Hoy, aprovechando que estamos en Manizales visitando a los amigos de la universidad de Juliana, nos hemos dado un paseo por el Recinto del Pensamiento. Este parque natural situado en las cercanías de Manizales propone un paseo muy interesante por 18.000 pesos (unos 7 euros).
El recorrido comienza en el huerto de los aromas, donde la guía nos mostró y explicó curiosidades sobre algunas de las casi cien plantas medicinales diferentes que hay.
Después subimos hasta la lo alto del parque en un telesilla que sobrevuela bosques y riachuelos (vídeo aquí).
El mirador de las aves está en el porche de una casita. Allí han instalado bebederos con agua azucarada para atraer a los colibríes. En el parque hay de veinte especies diferentes. Hemos pasado un rato aquí sentados, bebiendo café (el parque pertenece a la Cooperativa de Caficultores del Departamento de Caldas) y viendo a los colibrís.
Por la senda de Oriente la guía nos enseñó montones de bonsáis en un ambiente sorprendentemente oriental, con sus puentes rojos y sus jardines zen.
En el mariposario pudimos caminar rodeados de centenares de mariposas de todas las formas y colores posibles.
Bajando hacia la entrada por un bosque selvático, la guía nos fue explicando curiosidades sobre las orquídeas que crecen en los árboles.
Ya junto a la entrada hemos visitado el magnífico pabellón de madera, construido con madera de guadua (una especie de bambú colombiano).