Nimes-Marsella a dedo

jueves, 1 de agosto de 2013

Hoy he hecho autostop por primera vez en mi vida. Pero no creo que sea la última. Unos pensarán que ya no tengo edad para estas cosas, otros no entenderán que haya vivido tanto tiempo sin probarlo y mi madre seguro que piensa que me podrían haber asesinado, secuestrado, robado o algo peor.

Mi anfitrión en Nimes, Greg, es un autoestopista experimentado que me ha animado a hacerlo, parece que en Francia es muy habitual y es fácil encontrar a alguien que te coja. Además hay un autobús municipal que para al lado del peaje de la autovía que lleva a Marsella, que según Greg es un sitio perfecto para ponerse. Así que, mamá, todo es culpa de Greg.

A las nueve y veinticinco de la mañana estaba con mis mochilas y mi cartelito sonriendo a todos los conductores que pasaban por la salida del peaje de la A54; camiones, furgonetas, turismos e incluso un coche de policía que pensé iba a parar a detenerme pero que pasó de largo sin darme mayor importancia. Muchos conductores, tras leer “Marseille” en el cartel con interés, me hacían gestos con las manos como diciendo “lo siento chaval, voy a otra parte”. En los momentos sin tráfico yo me echaba protección solar y bebía agua, que el sol ya picaba a esa hora (para que veas que soy precavido, mamá).

A54, a la salida de Nimes dirección Marsella

Pasaba el tiempo y parecía que nadie iba a Marsella. Pero no desistí y a las nueve y cincuenta me paró un hombre de unos cincuenta años en una furgoneta destartalada. Me hizo subir detrás suya, ya que a su lado iba un pastor alemán. Luego me contó que es vigilante de seguridad y el perro es su compañero de trabajo.

Jules habla un poquillo de inglés, pero no mucho, y cuando hice un comentario que ahora no recuerdo sobre la lengua francesa él entendió que yo quería aprender francés. Me pareció que era más sencillo no corregir el error, además de que a todos nos gusta que los extranjeros quieran aprender nuestro idioma. Así que lo dejé pasar y el bueno de Jules se pasó el resto del viaje enseñándome palabras y frases cortas. Increíblemente aun recuerdo alguna que no voy a reproducir porque una cosa es hablar francés y otra muy diferente es escribirlo.

Jules se salió de la autovía en un momento dado y siguió por la nacional. Pensé que era por ahorrarse el precio del peaje o, poniéndome negativo, porque no iba a Marsella y me llevaba a un descampado a matarme, robarme, torturarme o algo peor. Luego le pregunté y me dijo que era para que yo viera el campo, en plan paseo turístico.

Al llegar a las afueras de Marsella mi nuevo amigo me dejó en una parada desde donde podría coger un autobús hasta el centro y se despidió de mi con una sonrisa y un fuerte apretón de manos. Casi me extrañó haber llegado allí sin haber sido asesinado, robado, secuestrado o algo peor.

Mientras me debatía entre esperar o caminar apareció el bus y me subí. Y menos mal que lo hice, porque el recorrido hasta el centro era muy largo… pero eso ya es otra historia.

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