Cruzando países a lo loco

domingo, 18 de agosto de 2013

Eger El domingo 18 de agosto terminó el tour en canoa en Eger (Hungría). Miento. Lo cierto es que había terminado el sábado, pero la última noche se celebró la tradicional fiesta de despedida y aun dormimos en las tiendas. Tras un desayuno frío, casi todos (salvo algunos que ya se había ido por su cuenta el día anterior o de madrugada) fuimos a la estación de tren. Todos cogieron el tren a Budapest, a seguir sus viajes o coger los vuelos a sus casas. Todos menos Asia, Jan y yo, que nos fuimos hacia Viena.

El domingo 18 de Agosto, de madrugada, Juliana voló de Barcelona a Poznan, dedicó el día a recorrer la ciudad polaca y por la tarde cogió el tren a Breslavia, donde la esperaba Maja. De este modo se conocieron mi novia y mi amiga polaca.

Austriabus Viena-Breslavia

Asia nació y vive en Breslavia, el lugar al que yo tenía planificado llegar el lunes por la mañana para encontrarme con Juliana y Maja. Ella conocía otra conexión mejor que la que yo había encontrado en internet. Parece que desde Viena salen minibuses directos hasta la ciudad polaca todas las tardes. Asia había llamado previamente para reservarme plaza en el del domingo. Ella se quedó a pasar el día en Viena con Jan y cogió otro minibús que salía de madrugada. Podría haberme quedado con ellos, porque no conozco Viena y estoy seguro de que es un lugar muy interesante. Pero en ese momento mi objetivo era llegar a Breslavia lo antes posible. Y parece que el objetivo del conductor del minibús era el mismo…

bus Viena-Breslaviabus Viena-Breslavia

bus Viena-Breslavia El minibús era en realidad una furgoneta de nueve plazas llena de polacos que apenas hablaban inglés. Yo iba sentado en la primera fila y durante las primeras horas del viaje iba muy satisfecho por el ritmo que llevaba el conductor; volaba por las autovías Austriacas. No me gustaba tanto la música electrónica con la que amenizaba el viaje, pero eso era un mal menor. Antes de poder decir “'¡donde vas, criatura!” estábamos en la República Checa. Pasamos la circunvalación de Brno en un santiamén. Y un poco después entramos en estrechas carreteras que iban empinándose a medida que entrabamos en las montañas a ritmo de chumba-chumba. El conductor debía creer que seguíamos en la autovía y no frenaba ni en los stops. Adelantaba a todo aquel que se pusiera en su camino sin preocuparse del tipo de línea medianera que hubiera dibujada en el asfalto. En las curvas cerradas yo creía que volcábamos. En las travesías de los pueblos reducía la marcha hasta unos 70 u 80 kilómetros por hora, dependiendo de la visibilidad. Traté de dormir un par de veces, pero cada movimiento de la furgoneta me forzaba a abrir los ojos, con la certeza de que lo estaba haciendo por última vez. Cruzamos la frontera al anochecer y tuvimos la única parada del viaje en un bar de carretera. Allí se hizo completamente de noche y comenzó a llover. Yo sonreía pensando que en estas condiciones el conductor suicida tendría que relajarse un poco. Ni por asomo. Cuando llegamos a la estación de autobuses de Breslavia, pasadas las once de la noche, me temblaban las piernas. Mi primer impulso al bajar del féretro con ruedas fue de arrodillarme y besar el suelo. Pero me contuve y abracé con fuerza a Juliana, que había venido a buscarme junto con Maja y Guča, feliz de estar otra vez en Polonia… ¡y vivo!

bus Viena-Breslaviabus Viena-Breslavia

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