Karosta, la base secreta soviética, faros y setas

miércoles, 15 de agosto de 2012

Hoy ha sido un día completo. Y en familia. Después de comprar unos radiadores para la nueva casa del hijo mayor, Normunds, Monta, los niños y un servidor hemos cogido la furgoneta y nos hemos ido al campo.

Karosta La primera parada ha sido para recorrer Karosta, una base naval construida por el Zar Alejandro III en la frontera de los siglos XIX y XX. Durante la época soviética este lugar estaba completamente vedado a los civiles. Era una base de submarinos de alta importancia debido a su localización estratégica en el centro del Mar Báltico. Al independizarse Letonia, en 1991, el lugar quedó abandonado y durante años las autoridades no supieron muy bien que hacer con él. Algunos submarinos y otros objetos de cierto valor que habían quedado abandonados fueron vendidos o despedazados para reutilizarse en otros menesteres. Algunas de las viviendas de los magníficos bloques estilo “soviético” de los que he hablado en alguna otra ocasión fueron ocupadas por familias, supongo que sin recursos para poder vivir en otro sitio, y el lugar cayó en la desidia y el olvido. No fue hasta hace pocos años que se comenzó a visualizar su interés histórico y, claro, sus posibilidades turísticas. Ahora es un lugar recomendado en todas las guías y la verdad es realmente digno de mención. Por una parte los edificios abandonados (que son casi todos) son algo que no se ve todos los días, por otra parte hay exposiciones temporales bastante interesantes, como una de fotos de habitantes del lugar, organizada por Monta, mi anfitriona, que está en un edificio medio derruido.

KarostaKarosta

Prisión de Karosta Y además está la ya famosa Prisión de Karosta. En este lugar no solo se puede hacer una visita guiada muy interesante, sino que además se puede pasar una noche viviendo la autentica experiencia de prisionero. Yo solo he hecho el tour, y la verdad es que me ha gustado mucho. Se explica la historia del lugar, que se construyó originalmente como hospital pero que, justo antes de ser inaugurado tuvo que usarse para retener a un grupo de soldados que habían intentado una insurrección y ya se quedó como presidio militar o “centro de reeducación”, se visitan celdas y salas con armas, uniformes, fotos, máscaras antigás y, curiosísimo, carritos de bebé antigás (en la foto de abajo). En un momento dado Normunds me ha separado del grupo para enseñarme una sala, que no se incluye en la visita, donde hay fotos, banderas, pancartas y recortes de prensa sobre los movimientos de lucha contra la ocupación soviética que surgieron en Letonia en los años 80. El primero fue el Grupo Letón Helsinki 86. El mismo Normunds fundo la Asociación Juvenil Letona y sale en algunas fotos llevando pancartas en manifestaciones.

Prisión de KarostaPrisión de Karosta

faro de AkmeņragsAl finalizar el tour (que ellos deben saberse de memoria ya, pero han seguido por acompañarme) hemos comprado unas empanadas de carne estupendas en la cafetería de la prisión y hemos seguido camino hacia el norte. Hasta el faro de Akmeņrags, a unos 45 kilómetros por una senda forestal que está en bastantes buenas condiciones. El original fue destruido en la I guerra mundial. El actual, de 38 metros de altura, se completó en 1921 y tiene 170 escalones para llegar hasta arriba del todo. Los he contado. Desde arriba tan solo se ve mar, playa y bosque. Los únicos rastros de civilización son las 3 o 4 casas y cabañas que hay debajo del faro y, claro, el faro mismo. La mujer que lo cuida se dedica a hacer collares, pendientes y cosas similares con piezas de ámbar que se encuentra en la playa (creo que después de una tormenta es muy habitual) para venderlos. Nos ha dado un pequeño curso sobre como diferenciar el ámbar real del plástico o cristal, la conclusión es que ni siquiera los expertos pueden hacerlo con mucha precisión. A mi me ha parecido que al arañarlo suavemente con la uña la sensación es distinta, pero puede haber sido casualidad.

faro de Akmeņragsfaro de Akmeņrags

La última parada, ya de regreso, ha sido en mitad del bosque, a coger setas. No soy un experto en el tema (de hecho no sé casi nada sobre el tema) pero creo que en España la temporada empieza un poco más tarde. En cualquier caso nos hemos hinchado a coger hongos de estos. Yo solo cogía unos amarillos pequeñitos que me han dicho que son buenos, pero ellos conocen algunos más que son comestibles y en poco más de una hora hemos llenado la cesta hasta los topes. También hemos comido algunas bayas que me han asegurado son buenas (si se las dan a un bebé de un año deben ser de confianza). El sabor es un poco acido, pero parece ser que son súper nutritivas.

cogiendo setas en Rateniekicogiendo setas en Ratenieki

En definitiva, ha sido un día estupendo. Disfrutarlo con la guía y compañía de gente local que además conoce tan bien su tierra como Normunds y Monta es algo absolutamente impagable.

Por si alguien quiere saber más sobre el tema de Karosta aquí dejo un link con un artículo escrito por Normunds: The Karosta Prison - Story

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Malditas setas! Maldito cocinero! Ahg! Me muero...
Q

Daniel Rivas dijo...

Que no, que no. Que estas son buenas... creo.

Publicar un comentario