El autobús de Ayutthaya nos ha dejado al lado de la estación de tren, en el centro de la ciudad, y hemos caminado hasta el primer hotel pasando junto a algunos monos. La habitación que nos han enseñado no estaba mal, y era barata, pero no la hemos cogido y hemos salido a comparar un poco. A dar la vuelta a la manzana. Junto al siguiente hotel la cantidad de monos era mayor. Este hotel era más caro y hemos pasado de largo. Seguimos caminando y en un momento dado Juliana chilla. Un macaco se le ha subido en la mochila y trata de coger la botella de agua que lleva en el bolsillo lateral. Juliana grita y yo arrebato la botella de manos del animal. Juliana entra en shock y tengo que cogerla de la mano para que siga caminando. Afortunadamente al doblar la esquina ya no hay más monos. En un rato encontramos otro hotel en una zona en la que apenas hay monos. Es parecido al primero, y por el mismo precio (250 bahts, unos 7 euros). Nos quedamos allí. Se llama Hotel Nett.
Juliana dice que ella no quiere salir, que se queda en la habitación, pero hace un esfuerzo y vamos a almorzar y a dar un pequeño paseo en el que ella lo pasa bastante mal. Regresamos a la habitación y al atardecer salgo yo solo.
La verdad es que la ciudad no tiene gran cosa. Hay dos o tres templos en ruinas de estilo jemer o siamés, bastante interesantes, pero que no justifican quedarse en Lopburi. También hay un río con casas flotantes. Sin duda la atracción principal son los monos, y a mi mujer le asustan. De todos modos estos solo están en una zona de la ciudad, por algún motivo no salen de tres o cuatro manzanas, así que al regresar al hotel convenzo a Juliana para salir a cenar a la zona “sin monos”.
Y mañana, como sea (seguramente en tren), seguimos hacia el norte.
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