Lo que yo quiero para reyes

lunes, 13 de octubre de 2014

Como podéis comprobar en el «archivo de entradas» que hay a la derecha de estas líneas (o quizás quede un poco más abajo), este año apenas estoy escribiendo en el blog. Es cierto que no he viajado mucho (por ahora, que aún quedan dos meses y hay cositas programadas) y por lo tanto no tenía mucho que contaros, pero el motivo principal de la sequia es que he estado concentrado en mi primera novela, 55 días en Indochina, que he escrito con mucha ilusión y que terminé de revisar por enésima vez hace unos días. La novela ya está en las manos de todos los agentes editoriales que he podido encontrar y espero que alguno tenga a bien representarme y ayudarme a que se edite como creo que merece.

55 días en Indochina trata sobre el viaje a Indochina que hice entre enero y marzo de 2009 y que fui describiendo en este blog día a día a medida que se desarrollaba (os recuerdo que todas esas entradas están recogidas en el Diario de Indochina). Cuando regresé del viaje y releí las entradas sentí que faltaba algo. El Diario recogía todos los datos, narraba algunas anécdotas y mostraba los lugares con centenares de fotos, pero no era suficiente. Entonces me propuse escribir sobre aquél viaje de un modo más reposado. Me reté a mi mismo a trasladar al papel las sensaciones y los pensamientos, las conversaciones y los personajes que conocí. Y en los meses siguientes lo intenté varias veces, pero nunca llegaba a ninguna parte y terminé por dejar la idea apartada en un rincón. Me llevó casi cuatro años reunir el coraje para retomarla y en febrero de 2013 me puse manos a la obra con seriedad y dedicación. He pasado un año y medio entre notas y borradores, tachando y reescribiendo, dando forma, textura y sabor a la realidad del viaje con ligeros matices de ficción (alguien me dijo alguna vez que una historia real se puede contar hasta con un 20% de mentira sin que nadie pueda protestar). Y ya puedo descansar. El libro está terminado.

Ahora solo falta que, como dije en el primer párrafo, aparezca alguien que quiera terminar de pulir lo que haya que pulir. Alguien que vista al libro de domingo; con una cubierta vistosa, unas hojas bien ordenaditas y (por pedir que no quede) una buena selección de fotos a todo color. Y alguien que lo ponga ahí fuera; en los estantes de las librerías, en los lugares destacados de las webs de ventas, en los escritorios de los críticos y, sobre todo, que te lo deje cerca a ti.

Así que empiezo la carta: «Queridos Reyes Magos…»

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