Viaje relámpago a Carcasona (Carcassonne) - segunda parte

domingo, 1 de diciembre de 2013

Decíamos ayer que habíamos llegado a Carcasona y habíamos hecho un recorrido nocturno por la ciudad amurallada. Hoy ha tocado hacer el recorrido de día, el típico. Donde anoche nos encontramos con calles semidesiertas y tiendas cerradas, hoy el jolgorio habitual de un lugar turístico nos ha arropado en cada rincón.

CarcasonaCarcasona

Al ser primer domingo de mes la entrada al castillo era gratuita, así que hemos paseado por torres, murallas y salas de trono leyendo toda la información sobre esta ciudad, que no es tan real como parece a primera vista.

CarcasonaCarcasona era, como todo el mundo sabe, una ciudad medieval amurallada, una fortaleza. Lo que no todo el mundo sabe (al menos yo no lo sabía) es que la ciudad fue importante hasta el siglo XVII, pero que desde entonces fue siendo deshabitada hasta que cayo casi en el olvido. Durante años las casas abandonadas albergaron a vagabundos y sus piedras fueron arrancadas para ser usadas en otros lugares. El lugar se fue desmoronando poco a poco hasta convertirse en un amasijo de piedras y escombros abandonado de la mano de Dios y los hombres.

En el siglo XIX llego la efervescencia romanticista, que llenó los corazones de pasión por el medievo. Prosper Mérimée, insigne escritor y arqueólogo, llegó hasta Carcasona en su calidad de Inspector General de Monumentos y se enamoró de los techos rotos, las paredes derrumbadas y las murallas agujereadas. En 1844 logró que se pusiera al arquitecto Eugène Viollet-le-Duc como reconstructor de la ciudad. El bueno de Eugenio se dedicó a la tarea con pasión y en unos años dejó la Ciudadela de Carcasona (que allí llaman la Cité de Carcassone) como nueva.

Carcasona

Tan “como nueva” que a algunos les pareció de mentira. Eugenio se pasó un poco y en la reconstrucción usó materiales no autóctonos, modificó algunas construcciones originales y cambió partes de la muralla. Aquello creó una cierta polémica que llega hasta nuestros días, en los que se están haciendo esfuerzos por re-reconstruir la fortaleza tal y como era originalmente.

CarcasonaCarcasona

Dejando de lado estas consideraciones, el paseo por la ciudad es muy recomendable… si obviamos las tiendas de armaduras, espadas de madera y recuerdos más o menos interesantes, claro. Las callejuelas de piedra y las plazoletas con pozos y jardincitos compensan sobradamente el tener que lidiar con masas de turistas en las calles principales incluso en un frío día de diciembre.

abadía benedictina de Saint HilaireTras haber recorrido todo lo que debía ser recorrido en la Ciudadela de Carcasona, cogimos el coche para ir a la siguiente escala: la abadía benedictina de Saint Hilaire. Este lugar tiene a gala el haber sido el inventor del vino espumoso en 1531, cien años antes de que se fermentara la primera botella de Champagne. En la abadía, que era de clausura, hay una bodega subterránea con un agujero en el techo. Por el agujero los campesinos tiraban las uvas que eran recogidas por los monjes para hacer el vino. Además aquí se encuentra el sarcófago de San Sernín, creado por el Maestro de Cabestany. Este era un escultor anónimo del siglo XII que dejó su obra repartida entre el norte de España y el norte de Italia y que se caracteriza por el detalle exquisito y por tallar a los personajes con ojos almendrados y los pies enormes.

abadía benedictina de Saint Hilaireabadía benedictina de Saint Hilaire

2013_1201_153710AAEn Alet-les-Bains paramos para comprobar que los restos de su abadía del siglo XII no estaban abiertos al público y seguimos hacia el sur, internándonos en un cañón que hace las veces de estribaciones pirenaicas para llegar hasta el castillo cátaro de Puilaurens. Tuvimos que dejar el coche en la base de la escarpada colina donde está el castillo y caminar por entre pinares para llegar hasta los restos abandonados. En la plaza de armas la nieve se acumulaba en las umbrías y en las murallas el viento nos arrancaban diamantes de los ojos, pero es esfuerzo de la subida y el frío merecían la pena. Las vistas desde el castillo eran bastante interesantes y siempre es divertido recorrer pasadizos oscuros en edificios antiguos.

Alet-les-Bainscastillo cátaro de Puilaurens2013_1201_154641AA2013_1201_154826AA

Y con esta visita terminó el rápido fin de semana. Del castillo de los Cátaros salimos, con la calefacción del coche a tope y las piernas cansadas, camino a casa. La noche caía y aun nos quedaban mucho kilómetros de carretera.

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